Forastera Espacial-Fragmento #3

Max Gill
2 min readJan 10, 2021

Eran días ciertamente más calurosos de lo normal y se notaba en la vestimenta de los habitantes de Roanoke. Los hombres dejaban de lado las levitas y las mujeres los chales y se dejaban ver más cuellos y hombros (más no escotes pues la moral pública no permitía tanto). Los trabajadores y funcionarios del Suministro se arremangaban las camisas desafiando los protocolos de vestimenta del Gobierno. Solo los agentes de la Ley permanecían confinados en sus uniformes de color negro y cuello recto.

Dear Henry, como se pudo observar en una nueva visita que se dignó hacer a McMillan’s, no era capaz de abandonar su chaqueta ni siquiera con el sol de frente. A Haede le causó mucha gracia verle llegar sudoroso, pero fiel a su estilo.

- Qué lo trae por aquí en este hermoso día?

- Tengo algo para usted, señorita.

- Alguna tarea imposible, me imagino.

- Pues… Si puede repararlo, se lo regalo.

Abrió su bolso y sacó de él una especie de caja de madera con orejas, que resultaron ser perillas. En seguida volvió a meter la mano y salíó del bolso un cuadrado de alambre concéntrico en un pedestal también hecho de alambre.

A Haede se le abrieron los ojos como dos lunas.

- Un Galenus! Donde lo obtuvo?

- Lo encontré entre chatarra y basura en… Ehm…Un lugar muy lejano.

Haede lo miró fijamente con sospecha.

- Qué quiere a cambio? Como regalo es raro y costoso.

-Bueno… ya que lo dice… Podría invitarme a escuchar una vez que lo tenga reparado…

- Y querrá llevárselo luego. Si, seguro. O delatarme con el Gobierno.

- Qué? No, de ninguna manera, no lo haría.

- Entonces?

- En caso de que no tenga reclusión domiciliaria…

- Muy gracioso, si.

- Podría invitarle a comer unos cubos de hielo y mirar las estrellas.

A Haede no le desagradaba la idea. Empezaba a agradarle ese desconocido, quien se hacía llamar Querido… Aunque ella aún lo le llamaría así, y no sabía porqué deseaba aceptar semejante invitación cuando en otra ocasión había mostrado indiferencia o declinado ásperamente.

- Le diré qué será — dijo usando una construcción gramatical propia del idioma de Roanoke. — Vuelva luego de tres noches. Si funciona, más bien, si lo hago funcionar, iremos donde usted quiera. Pero tiene que prometerme: que no le dirá a nadie de esto, y que tampoco le dirá a nadie de… eso.

-Prometido, y que arda Roanoke si no.

- Ya está ardiendo así que de poco valen sus promesas, señor.

Dear Henry la saludó con exagerada cortesía y se retiró dejándola sola con este extraño, útil, y peligroso artefacto.

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Max Gill
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Born in Argentina, living in Chile. Working class. Politics and religion, writing and music #TrojanRecords